Ahí estás, sorbiendo los jugos de las aberturas naturales de hombres y mujeres.
Los de las bocas descomunales de los ahorcados.
Los de las vulvas de las hechiceras derrotadas por el estramonio.
Los de las órbitas exoftálmas de los crucificados.
Los de los anos deformados de los empalados.
Los de los penes seccionados por atroces venganzas.
Los de las llagas de los abrasados.
Los de las pústulas de los apestados.
Los de las cicatrices frescas de los devorados vivos.
Los de las lenguas.
Los de los monstruos violáceos.
Ahíta, vuelas alto para encontrarte con tu Señor y besarle en los labios.
Él te hace Santa y vuelve a hornearse en su propio jugo.
Tu, borracha de fluidos, mueres feliz, pero antes...
Traidora, habrás depositado a tu descendencia en las grietas de los cuerpos, que aún vivos, serán devorados desde dentro.
Maldita seas, esclava del Demonio.
Maldita seas.