Su casa en Pollensa, con las bouganvillas color eminencia, descolgándose por las fachadas y el aroma de los limoneros, incitan a la creación o cuando menos a la adoración, conceptos que me parecen casi sinónimos.
Admiramos, con razón, a los simbolistas norteuropeos, sin reparar, quizas, en estos-y otros- mediterraneos, plenos de sensualidad y color rabioso.
Mallorca, ese paraiso de acuarela, esa dulce luz a raudales.
Esos días exquisitos de chicharras y conversaciones entreoidas, tras las persianas de yute.
Días inimitables de Anglada Camarasa.
1 comentario:
Me encanta la fuerte combinación de la paleta cromática.
Un saludo.
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