jueves, 18 de octubre de 2007

Antonio Terán Pando.Para los traidores y Autorretrato y mi padre.


Por puro placer onanista, cuelgo aquí algún lienzo mio.
Todos autorreferenciales, bocas y lenguas son iconos de origen, muy probablemente, sexual.
Hermógenes Pardos dice de mi que soy un diletante de la cultura, Mariano Remiro me tacha de irreverente y Ana me besa, para autosellar sus labios y no tener que pronunciarse.
Es igual, pudiendo hablar de mi...

5 comentarios:

Unknown dijo...

Curioso autorretrato. ¿Por qué para los traidores?
La lengua y la sonrisa podrían ser iconos sexuales o una pedorreta a esos traidores.
La sonrisa es muy bella.
Sólo el autor lo sabe.
Saludo

El Gato Lector dijo...

Si. De "facto" es una burla a la lengua del traidor, siempre tan larga.Larga, pero-estimo-poco placentera...es decir: hay que cortarla. Es obviable. La sonrrisa es de un dentifrico. Yo tampoco hice más que colocarla. ¿hay sonrisas feas? Hasta las de los enemigos, resultan fascinantes.

Gracias.

Unknown dijo...

Deambulaba aquella noche entre los pasajeros del tren. La sonrisa de una mujer me arrastró hacia mi fatalidad. Me acerqué hasta ella, y me senté a su lado sin poder quitar la vista de aquella hermosa boca.
-Te esperaba. Ha llegado el momento de venirte conmigo. No temas. Será rápido y no sentirás dolor. Contémplame una vez más y piensa. Seguro que has oído hablar de mí muchísimas veces. ¿Me imaginabas así?
-Ciertamente no. Siempre creí que serías horrenda. Una mujer vieja y arrugada. Y, desde luego, sin sonrisa. Pero... estaba equivocado.
Me abrazó, sonriéndome; acercó su rostro a mi cara, y con un beso atrapó mi alma.

¿Qué tal la inaguración?

El Gato Lector dijo...

Siempre pensé que La Muerte, no era ni fea ni guapa, ni joven ni vieja, ni hombre ni mujer.
Ahora, después de leer tu comentario, he llegado a la conclusión que tienes razón: es joven, no se si bella, pero su boca es encantadora. Por eso cuando siento su aliento en mi cuello, tan a menudo, no tengo miedo.

Fué todo un éxito.

Maga dijo...

Escucha…

¿En qué otro mundo de cerezas raras

oí tu voz? ¿En qué planeta lento

de bronces y de nieve, vi tus ojos

hace un millón de siglos? ¿Dónde estabas?

Fuiste agua hace mil años.

Yo era raíz de rosa, y me regabas…

Fuiste campana de pagoda, yo era

nervio del ojo que miró a tu bronce.

Nos hemos perseguido,

alma con alma, atravesando cuerpos

peregrinos de venas y latidos,

por pieles de animales, por estambres,

escamas, esqueletos, cortezas;

por mil cuerpos y sangres diferentes,

alma con alma, cincelando torres

de espíritu con lágrima y sonrisa.


Agustín de Foxá