viernes, 14 de marzo de 2008

Suleika, la maravilla tatuada. Otto Dix.

Dix era alemán y por ello participante de esa capacidad colectiva de todo un pais para surtir al pensamiento humano de recursos constantemente.
Es dificil encontrar un movimiento cultural de los siglos XIX y XX, que no tenga su origen en Alemania.
Filósofos, Artistas plásticos, Matemáticos, Ensayistas, Arquitectos...un aluvión magnífico, un océano de vanguardia.
El Thyssen, alberga estos días una exposición que realmente pivota en la colaboración entre el pintor y el fotógrafo Erfurth. Amén del fabuloso retrato de Erfurth con su perro, se puede uno deleitar con las fotografías de Dix, un individuo con rostro extraido del "Cinema Noir".
Yo voy a traer algunas cosas de Otto Dix, comenzando por la Maravillosa Tatuada, que yo me figuro una daifa cairota que, junto con sus habilidades amatorias, ofrecía el aliciente añadido de navegar sobre su piel decorada.
Pero, realmente, el motivo que me ha animado a traer a Dix es otro.
Al observar la colaboración entre Erfurth y Dix, siento una profunda tristeza. No por ellos, naturalmente, sino por todos los que hemos sentido alguna vez el limo viscoso de la falta de generosidad. Y yo, al fin y al cabo, soy un privilegiado, pues he podido amalgamarme con otros artistas en bonito suspiro común.
Pero también es verdad que otras veces-muchas más-mi esfuerzo por hacer comprender que colaborar en una obra de arte, sea la que fuere, no es una perdida de personalidad ni de protagonismo, que la inspiración es un bálsamo extendible a más de dos manos.
En estos cinco últimos años, he visto muchos horizontes, muchas playas y muchos ahorcados.
Los árboles de donde penden ciertos cadáveres jamás producen frutos.
Su visión me produce un horrendo estremecimiento.


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