martes, 22 de enero de 2008

Caspar David Friedrich. Frente al mar.

Unidos por un hilo sutilísimo que aún está por estudiar adecuadamente, dos grupos de románticos refulgen en el panorama plástico del XIX.
Por un lado, los tormentosos, "rebosantes de sangre y cieno" o sencillamente enamorados hasta el tuetano, amantes de las fuerzas de la Naturaleza y de los ventisqueros de los Cárpatos.
Por otro lado, aquellos que visten de árabe, fumán en narguilé y espian a las bellas circasianas en el "Hammam". También rien de mala gana en las tertulias de la aristocracia urbanita, apretando entre los dedos un "billet doux".
Nuestro Caspar, es de los primeros...pero, claro, era alemán y eso marca mucho.
¿A que a más de uno se le pasará por la cabeza que en las rocas que nuestro misterioso caballero del bastón observa absorto, está encadenada Andrómeda?

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