martes, 27 de mayo de 2008

Antonio Terán Pando. El fantasma de la infidelidad.

Cuando se tiene éxito, sólo el difumino es capaz de igualarnos. Por eso la mayoría de los tontos-o todos los tontos- calientan el mismo puchero. Y todos comen las mismas gachas.
Y todos sorben el mismo tuétano. Y todos se acercan a la misma hoguera. Y para que los que no fueron nadie tengan hueco, el que maneja la cuchara, expulsa incluso a sus más cercanos progenitores, abominando del sémen primordial.
El padre desnaturalizado sueña con su propia imagen.
Y...aunque no ve más allá del pubis ocasional, un bosque dorado aparece ante sus ojos.
¡Bendito él, que comprende y desprende el aroma de la venganza y da la cordilla necesaria a la jauría!
Bendito él.

4 comentarios:

Maga dijo...

No me gusta la gente que abomina de los suyos, aunque me parece bien hacer hueco a los que no fueron nadie. Mejor hacer que quepan todos.

No me gusta la venganza, creo que sólo hace daño al que se venga.

La imaginación, a veces nos juega malas pasadas. Queremos ver donde no hay. Lo que está en nosotros queremos verlo en el resto, y no suele ser así.

Imagino que las persona sobre la que acecha la venganza, quizá esté serena porque no la espera. Cuando llegue el gran día victorioso, sólo sentirá dolor; pero ese dolor no le servirá de nada al vengador, ni siquiera para una sonrisa, porque se le helará en los labios.

No me ha gustado. Por supuesto que literariamente es perfecta como todo aqui.

El Gato Lector dijo...

¡Jo!...Todo, todo...¡No!

Un abrazo.

VEIL dijo...

Yo creo que el punto no es la venganza...si no la motivación, ni buena ni mala, dolorsa. A saber....

El Gato Lector dijo...

Hola veil. Baudelaire y "la" Brontë. ¡Hum!...Sólo te falta Zola y Ducasse...O quizás, Alistair Crowley.

Gracias por venir.

Tu espacio tiene un gran aspecto. Lo visitaré cuando deje de soñar con Chuck Norris.

A saber...