sábado, 17 de mayo de 2008

Antonio Terán Pando. La compra aplazada

En la casa todo era color tierra de Siena. Las paredes, las baldosas, los cristales, las pelucas, los interiores de los armarios, las miradas.
Rodeando la construcción, el jardín era de vocación eruptiva y llamaradas de buganvillas fucsia, lamían las paredes, derramándose en el tejado escamoso. Jazmines al sol, hiedras marfileñas en la umbría. Araucarias matemáticas, cipreses senatoriales, palmeras samaritanas y limoneros lisonjeros con destellos amarillos entre las hojas bruñidas.
Aquí y allá había macetas con geranios efervescentes, parterres de verbenas y tinajas antiguas con adelfas más antiguas aún. El suelo era de cantos rodados formando dibujos arcaicos que probablemente significaran procedimientos sacrificiales en culturas mesopotámicas.
Avispas en las parras de troncos fósiles y racimos dulces como vientres de hembras humanas en celo. Algunos azufaifos relícticos, naranjos amargos y flanqueando el camino a las piscinas, almendros gomosos. Las albercas, dos, una rectangular elevada y otra circular más soterrada, se asentaban en una pradera de grama y tenian rocallas aquí y allá, de unas piedras como bizcochos, entre azules y anaranjadas. En el extremo más oriental, un algarrobo gigante cubría parte de la primera alberca y proyectaba sus brazos de titán en una semiesfera fabulosa. Aquel cíclope, tenía el tronco hueco y la oquedad parecia una capilla pagana, donde niños deformes sería seguramente sacrificados. Un banco de hierro fundido y madera, esperaba como una mandíbula entreabierta a los fatigados o inexpertos visitantes. No creo que nadie que se sentara en él viviera para contarlo; incluso no creo que se le volviera a ver.
Detrás del algarrobo, unas escaleras bajaban tres o cuatro peldaños hasta una esplanada desolada, donde los ágaves (aquí llamadas pitas) y las higeras malditas, formaban un pandemonium vegetal de extrema belleza pero hostil. Un pozo nos parecía indicar que por alli nuestra madre la Tierra respiraba y nos reclamaba y nos quería devorar para darnos otra vida.
Después de recorrer aquel sueño, volví a la casa. El ama de llaves, uniformada en negro y espuma, me indicó donde sentarme. Los sofás de cretona parecían crepitar bajo mi peso y los visillos de plumetti danzaban de fuera a adentro, inflándose como pechugas de cisnes de mentira.
La dueña de la casa apareció de pronto trás una balaustrada, con un vestido de corte camisero color eminencia, sus piernas estaban magníficamente torneadas y se movian implacables, portando unas chinelas amarillas. Desprendía un aroma embriagador a "Acqua di Parma" y su pelo se recogía en un bucle sujeto por pinzas de carey. Era un ser absolutamente elegante.
La supuse de cerca de 80 años.
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"No me interesa su oferta, ¿Señor...?"
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"Tavernier, madam...Julio Tavernier"
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"He decidido vivir otros 76 años, por tanto, me resultará más rentable aplazar la operación"
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"Madam, no quisiera ser impertinente, pero-y no me intreprete mal-...¿Creé Usted posible teniendo ya... ¿78 años?, vivir otros tantos?...En fin..."
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"Desde luego, ¿Señor...?...¡Ah! Tavernier...Disculpe...Sin duda me será posible.Por el contrario, para Usted será imposible vivir tanto, sin duda...pero no para mi."
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"Madam, le importaría decirme cómo piensa realizar esa proeza?
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"Como hasta ahora lo he hecho...devorando a las visitas"
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Y dicho esto, la bella anciana desenvainó una hoz que ocultaba a su espalda y se abalanzó sobre mi. No muy lejos se encontraban el ama de llaves y un individuo color verde que portaba un saco de arpillera. Espantado, reaccioné como un resorte y derribando la silla y otros objetos huí despavorido. Atravesé el gran salón perfumado, alcancé el hall y de allí el paseo de acceso flanqueado de cipreses grises de Arizona, abrí la cancela, y sentí el aliento atroz del sicario a punto de atraparme. Una vez fuera del límite del predio, nadie me siguió. Sudoroso y desencajado, los vi a los tres mirarme desde la cancela . Sonreian y me observaban con ojos de hiena, destellantes.. La vieja agitó su mano despidiendome. Después, toda la propiedad con sus fabulosos jardines y su color tierra de Siena, se esfumó. En su lugar sólo quedó un erial pedregoso, sin dueño. Naturalmente jamás conté a mis jefes lo sucedido y achaqué el suceso a mi afición al opio.
En las excavaciones que precedieron a la construcción del edificio de viviendas que mi compañía patrocinaba se encontró una hoz, que parecia muy antigua.
Historias como ésta las he oido varias veces, ubicadas en diferentes lugares: Niza, Altea, Djerba, Alejandría, Capri, Ragusa, Rodas... Y estoy seguro que seguirán oyendose después de que yo fallezca, ya con 75 años. Siempre pensé que, -en realidad- aplacé la compra-mi muerte- sólo por un año, pero quise vivir los 74 restantes.

6 comentarios:

El Gato Lector dijo...

Yo comentaré algo: Luis Tavernier (o Tarvernier), soy yo. Que llevo muriendo y naciendo desde 1780.
Yo cené con Fouché. Y con Leon Bloy.

Maga dijo...

Me perdería en una casa así...y en su jardín.

¡Qué exhaustivo examen! Todo narrado de una manera tan minuciosa.

La mujer podía ser un sueño. Los sueños sólo viven cuando el soñador muere, porque si no se cumplen. No es necesaria la muerte física, pueden matar el alma del soñador.

El Gato Lector dijo...

¿Sueño? O...quizás algo más pernicioso. Una realidad paralela , oculta en otro mundo paralelo, maligno y que ha encontrado la forma de entrar y salir del nuestro, usando magias repugnantes.

En un cuento atroz, describo la muerte del Señor Tavernier-ésta vez caracterizado cómo agente de aduanas-la definitiva. Su lectura produce, me produce, un inmenso desasosiego.

Maga dijo...

Es normal que te cause desasosiego describir tu ptopia muerte. Puedes pensar que es algo premonitorio. De todas formas, la muerte sólo es un paso; pero es tanta la belleza que nos rodea, que no nos hacemos a la idea de desprendernos de ella, a pesar de que también hay mucha bazofia.

A mi también me ha entrado desasosiego cuando has hablado de magias repugnantes. Será por el nick de maga; pero yo nunca podría hacer ese tipo de magias.

El Gato Lector dijo...

Maticemos, si quieres, nada es ni malo ni bueno intrínsecamente, sino dependiendo del uso que se le dé. El poder de fascinar, los sortilegios del Doctor Fausto, los juramentos de Dorian Grey, la vara de Aarón...Yo me alegro de que seas maga de magia dulce.

Maga dijo...

Gracias...

Sí todo depende del uso que le demos, tienes razón.